miércoles, 14 de septiembre de 2011

Clasificar por hablar...

Existen dos tipos de personas: las personas de acción y las de pensamiento.

Las personas de acción actúan, modifican el entorno. A veces lo rompen, otras lo arreglan, pero siempre perturban el paisaje,
el pasaje,
el pasar...
Dejan huella (de que existen)

Los hombres de pensamiento no actúan. Se resuelven inmóviles, aparentemente oxidados. Algunos no terminan nunca de moverse porque les paraliza la indecisión.
Qué hacer. Qué hacer.
Otros, tal vez los mismos,  temen el cambio. Y esto puede tener mucho sentido, incluso ser muy bueno  (deseable en algunos contextos de locura, irracionalidad y otros tumultos) pero todo queda en casa, en esa casa sin ventanas que es uno mismo.

Por supuesto,
nadie encaja por completo en uno de los grupos. Nadie durante cada estación, cada etapa, con cada persona o situación. Nadie. Pero uno se puede identificar y ubicarse en el continuum. Extremarse, incluso.

Yo siempre tengo en mente, aunque no es una máxima, aquello de que la virtud se encuentra en el término medio (Aristóteles dixit). No obstante podría pensar que realmente hay que tener virtud para saber cuál es el término medio. Por eso, circulando y circulando como la hormiga en la cinta de Moebius, otra vez la inacción vence.

Y tú, ¿dónde te situarías hoy?

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